Tengo una hija de 15 años, la cual tuve de mi primer
matrimonio. Su padre y yo nos separamos cuando ella tenía 2 años. Cuando cumplió los 3 años conocí un hombre, nos tratamos, nos enamoramos y luego nos
casamos. Tuve dos niños con él. Más adelante el padre de mi primera hija murió,
y desde entonces luché por echar yo sola esa niña hacia adelante, pero sucede
que ella es tímida, muy poco comunicativa. Por ejemplo: ni siquiera me ha dicho
sus colores favoritos. Como me he ocupado
de todo lo que ella necesita: sus estudios, cursos técnicos, etc., he tratado
de ganarme su cariño, pero ella me rechaza y no quiere ni hablar con mi segunda
hija, también la rechaza y tiene 3 años que no le habla. Yo he tratado de
resolver ese problema, pero no he logrado nada.
RESPUESTA:
En la actualidad la familia está
viviendo con frecuencia fenómenos que antes se presentaban de manera
esporádica. Esto es propio de estos tiempos y, para ayudar a sus miembros,
tenemos que auxiliarnos de todas las herramientas que nos ofrecen las ciencias
de la conducta con el fin de poder manejar casos como el tuyo.
He observado que cuando una persona contrae matrimonio por
segunda vez y aporta un hijo a la nueva relación, en un gran número de los
casos, no logra hacer una integración exitosa entre éste y su nueva pareja.
Entonces, sucede que la pareja hace su propio proyecto y el hijo del matrimonio
anterior queda como un apéndice. Cuando nace un hijo de esta nueva unión se
agudiza el problema porque la culpa que esto genera en el padre o la madre de éste, agrava las cosas.
El hijo crece sintiéndose víctima y el padre o la madre –la persona
con quien vive- lo sobreprotege; el hijo se resiente de lo que considera son
discriminaciones, la madre le perdona faltas porque le da pena y así se va
creando un círculo bastante negativo. A tu historia en particular, hay que añadir todo el dolor que pudiera estar
presente en su vida por la ruptura de su familia y luego la pérdida del padre.
La adolescencia es un período que se presta para sacar a la
superficie todas las situaciones mal manejadas en la niñez y que aparentemente no
habían afectado, por lo que quedaron olvidadas. Ese, creo, es el caso de tu hija.
Sola no vas a poder resolver el problema, no por incapacidad,
sino porque ella va a rechazar lo que venga de ti para así castigarte. Te
recomiendo que busques la guía del orientador de la escuela en que ella estudia
o visites a un psicólogo especializado en trabajar con adolescentes, no para
que la lleves a ella sino para que primero te ayude a ti.